Kaiserdom es una de las cervecerías más antiguas de Baviera. Fundada en 1718, recientemente celebró su 300 aniversario. «Pero la autorización para servir bebidas con alcohol ya existía en la posada de esta cervecería desde el siglo XIV», subraya Georg Wörner, socio gerente de la cervecería. Su hijo, Felix Wörner, la quinta generación de esta empresa familiar, lleva trabajando cinco años en ella y recientemente se ha incorporado al equipo de dirección. Kaiserdom es una cervecería que ofrece una amplia gama de productos, desde la cerveza clara hasta la cerveza tipo Pilsen, desde la de exportación y la cerveza negra hasta productos de temporada como la cerveza tipo bock o de fiesta. Ya sea de fermentación alta o baja, todos los productos se elaboran en la localidad de Bamberg, su sede principal, con una producción anual actual de 320.000 hectolitros. Además de las cervezas clásicas, la compañía también ofrece bebidas como la radler (mezcla de cerveza y limonada) o bebidas energéticas.
Para el embalaje, esta cervecería privada apuesta por botellas de vidrio y latas, dependiendo de la región de venta. Para su éxito, Kaiserdom no solo basa su negocio en las ventas a nivel nacional, sino que se apoya en tres pilares: además de la venta nacional de sus propias cervezas, la cervecería acepta encargos de elaboración de cerveza y de envasado para terceros. El tercer y mayor pilar es ahora el negocio de la exportación, con una cuota de aproximadamente el 65 por ciento.
Proyecto generacional: una nueva sala de cocción
No solo el aumento de las exportaciones, sino también la antigüedad de la sala de cocción exigían la ampliación de las capacidades de producción. Hace algunos años, Kaiserdom le encargó a Krones la ampliación de la bodega de fermentación y maduración con ocho nuevos tanques y una nueva bodega de levadura. Casi coincidiendo con la renovación en el equipo directivo, la cervecería continuó su historia en común con Krones adquiriendo una nueva sala de cocción con una capacidad para 150 hectolitros de mosto frío. Esta no es la única razón por la que la nueva adquisición es una especie de proyecto generacional para Georg Wörner: «En los últimos diez años ya teníamos claro que queríamos reemplazar la sala de cocción», explica.